En Atenas
Atenas
es la principal fuente de información sobre las mujeres en Grecia. Es difícil
saber en qué punto las características atenienses pueden aplicarse a las otras
ciudades griegas.
Hijas y mujeres de ciudadanos
Su
existencia no tiene sentido más que para el matrimonio, que ocurría
generalmente entre los 15 y 18 años. Era un acto privado, un contrato concluido
entre dos familias. Curiosamente, el griego no tiene una palabra específica
para designar el matrimonio. La ciudad
no era testigo ni registra en un acta cualquiera este acontecimiento para
conferir a la mujer el estatus matrimonial. De manera general, la joven no
tenía ni una palabra que decir en su futuro matrimonio.
Con
su propia persona, la joven casada aportaba también su dote
a su nueva familia. Consistía generalmente de dinero. La dote no era propiedad
del marido: cuando su mujer moría sin hijos o en caso de divorcio
consentimiento mutuo, la dote debía ser devuelta. Cuando la suma era
importante, tenía que hacer una hipoteca especial: un bien inmobiliario era
empeñado como contrapartida y se le podía embargar la tierra.
El
divorcio a iniciativa de la esposa no debía normalmente estar permitido: sólo
el tutor podría pedir la disolución del contrato. Sin embargo, los ejemplos
muestran que la práctica existía.
Una
estricta fidelidad era requerida de parte de la esposa: su papel era dar
nacimiento a hijos legítimos que pudieran heredar los bienes paternos. El marido
que sorprendía a su mujer en adulterio, tenía el
derecho de matar al seductor en el acto. La mujer adúltera, podía ser devuelta,
el esposo burlado estaría en la obligación de hacerlo. En cambio, el esposo no
estaba sometido a este tipo de restricción: podía recurrir a los servicios de
una hetera o introducir en el hogar conyugal
una concubina— a menudo una esclava,
pero podía ser también la hija de un ciudadano pobre.
Cuando una hija era la única descendiente de su padre
es decir no tenía ni hermanos, ni hijos de hermanos que pudieran heredar, no
podía heredar, pero estaba «atada a la herencia». En decir, debía casarse con
su más próximo pariente: a través de ella, los bienes familiares pasaban a su
marido, luego a sus hijos, los nietos del difunto.
Mujeres lavando la ropa
Las
mujeres de buena familia tenían como principal papel mantener la casa. Eran
confinadas en el gineceo, literalmente la «habitación de las
mujeres», rodeadas de sus sirvientes. No iban fuera del dominio familiar más
que para cumplir funciones religiosas. En cambio, las mujeres del pueblo ayudaban
a la economía familiar vendiendo aceitunas, frutos y hortalizas, hierba,
tejidos, aceites perfumados, peines, pequeñas alhajas… Manejaban pues dinero.
Metecas (extranjeras) y esclavas
Se
sabe poco de las mujeres metecas, excepto el montante del impuesto que las
afectaba, era para ellas de seis dracmas
anuales, frente a doce para un hombre. Muchas de ellas seguían simplemente a su
marido, llegado a Atenas por negocios o para seguir las enseñanzas de un
maestro reputado. Se puede suponer que su modo de vida era semejante al de las
hijas y mujeres de los ciudadanos.
Una
minoría estaba constituida de mujeres únicamente llegadas a Atenas para obtener
fortuna. Las más pobres acababan a menudo como prostitutas en los burdeles. Las
mujeres más educadas podían convertirse en cortesanas, eran las compañeras casi
oficiales de los hombres de negocios y de los políticos atenienses. La más
célebre de ella era Aspasia, compañera
y segunda esposa de Pericles, por la cual
abandonó a su mujer legítima. Bella, inteligente, acogía a la élite intelectual
de su época, y se codeaba de igual a igual con los hombres. Como reverso de la
moneda, fue el blanco de los autores cómicos que la describen como una vulgar
encargada de un burdel y una intrigante.
En Esparta
Esparta
se distingue de las otras ciudades griegas en que sitúa a las mujeres más o
menos en pie de igualdad con los hombres; todas estaban sometidas al Estado y
su fin primero, era la reproducción de soldados vigorosos y disciplinados.
La educación
Jóvenes espartanas ejercitándose en la lucha, Edgar Degas.
Esparta
presentaba la particularidad de tener un sistema educativo obligatorio para todos y
organizado por el Estado, donde otras ciudades dejaban a los padres como únicos
responsables de sus hijos. Además, no era sólo obligatorio para los chicos,
sino también para las chicas. El fin del sistema, para los chicos, era producir
soldados disciplinados, para las chicas formar madres vigorosas, que parieran
niños fuertes y sanos. Como en el caso de los chicos, comenzaban a la edad de 7
años. Se acababa hacia los 18 años, edad a la cual las jóvenes se casaban.
Comprendía dos planes deportivos: por un lado un entrenamiento físico (que se
realizaba desnudos y ejercitaban chicos y chicas por separado) para dar firmeza
al cuerpo; por otro, la música que englobaba el baile, la poesía y el canto.
El matrimonio
Durante
la época clásica, se encuentran dos sistemas concurrentes en Esparta: el
primero, tradicional, era común a todas las ciudades griegas. Se trataba de
asegurar la prosperidad de la línea familiar. El segundo se sometía al ideal
igualitario estatal: se trata de producir chicos fuertes.
El
matrimonio se producía más tarde que en las otras ciudades: el marido tenía
alrededor de 30 y su mujer, sobre 18. Daba lugar a una curiosa forma de
inversión: la intermediaria afeitaba el cráneo de la esposa, le proporcionaba
vestidos y la dejaba sola en un pajar, a oscuras. El esposo, al salir de la sisitia (comida en común) se reunía con su
mujer, siempre en la oscuridad, y después de tener una relación con ella,
volvía a marcharse para reunirse con sus compañeros de dormitorio. El
matrimonio permanecía así secreto, hasta el primer hijo (así no se cansan de una
vida en común).
Las
mujeres ejercían una forma de control sobre su matrimonio. Si los viejos
maridos no cumplían eran incitados a «prestar» a sus mujeres a jóvenes fuertes, así las mujeres
tomaban a veces un amante, de modo que el niño que naciera pudiera heredar dos
lotes de tierra en lugar de uno.
Fuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia
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