miércoles, 9 de noviembre de 2011

La mujer en la Antigua Grecia I. Atenas y Esparta

En Atenas

Atenas es la principal fuente de información sobre las mujeres en Grecia. Es difícil saber en qué punto las características atenienses pueden aplicarse a las otras ciudades griegas.

 Hijas y mujeres de ciudadanos



Mujer ateniense vistiendo quitón


La mujer ateniense era una eterna menor, que no poseía ni derechos jurídicos ni políticos. Toda su vida, debía permanecer bajo la autoridad de un tutor: primero su padre, luego su marido, su hijo si era viuda o su más próximo pariente.

Su existencia no tiene sentido más que para el matrimonio, que ocurría generalmente entre los 15 y 18 años. Era un acto privado, un contrato concluido entre dos familias. Curiosamente, el griego no tiene una palabra específica para designar el matrimonio.  La ciudad no era testigo ni registra en un acta cualquiera este acontecimiento para conferir a la mujer el estatus matrimonial. De manera general, la joven no tenía ni una palabra que decir en su futuro matrimonio.

Con su propia persona, la joven casada aportaba también su dote a su nueva familia. Consistía generalmente de dinero. La dote no era propiedad del marido: cuando su mujer moría sin hijos o en caso de divorcio consentimiento mutuo, la dote debía ser devuelta. Cuando la suma era importante, tenía que hacer una hipoteca especial: un bien inmobiliario era empeñado como contrapartida y se le podía embargar la tierra.

El divorcio a iniciativa de la esposa no debía normalmente estar permitido: sólo el tutor podría pedir la disolución del contrato. Sin embargo, los ejemplos muestran que la práctica existía.

Una estricta fidelidad era requerida de parte de la esposa: su papel era dar nacimiento a hijos legítimos que pudieran heredar los bienes paternos. El marido que sorprendía a su mujer en adulterio, tenía el derecho de matar al seductor en el acto. La mujer adúltera, podía ser devuelta, el esposo burlado estaría en la obligación de hacerlo. En cambio, el esposo no estaba sometido a este tipo de restricción: podía recurrir a los servicios de una hetera o introducir en el hogar conyugal una concubina— a menudo una esclava, pero podía ser también la hija de un ciudadano pobre.
Cuando una hija era la única descendiente de su padre es decir no tenía ni hermanos, ni hijos de hermanos que pudieran heredar, no podía heredar, pero estaba «atada a la herencia». En decir, debía casarse con su más próximo pariente: a través de ella, los bienes familiares pasaban a su marido, luego a sus hijos, los nietos del difunto.


                                                                                                     Mujeres lavando la ropa
En la ciudad

Las mujeres de buena familia tenían como principal papel mantener la casa. Eran confinadas en el gineceo, literalmente la «habitación de las mujeres», rodeadas de sus sirvientes. No iban fuera del dominio familiar más que para cumplir funciones religiosas. En cambio, las mujeres del pueblo ayudaban a la economía familiar vendiendo aceitunas, frutos y hortalizas, hierba, tejidos, aceites perfumados, peines, pequeñas alhajas… Manejaban pues dinero.                                                                                 
                                                                                                                        
 Metecas (extranjeras) y esclavas

Se sabe poco de las mujeres metecas, excepto el montante del impuesto que las afectaba, era para ellas de seis dracmas anuales, frente a doce para un hombre. Muchas de ellas seguían simplemente a su marido, llegado a Atenas por negocios o para seguir las enseñanzas de un maestro reputado. Se puede suponer que su modo de vida era semejante al de las hijas y mujeres de los ciudadanos.

Una minoría estaba constituida de mujeres únicamente llegadas a Atenas para obtener fortuna. Las más pobres acababan a menudo como prostitutas en los burdeles. Las mujeres más educadas podían convertirse en cortesanas, eran las compañeras casi oficiales de los hombres de negocios y de los políticos atenienses. La más célebre de ella era Aspasia, compañera y segunda esposa de Pericles, por la cual abandonó a su mujer legítima. Bella, inteligente, acogía a la élite intelectual de su época, y se codeaba de igual a igual con los hombres. Como reverso de la moneda, fue el blanco de los autores cómicos que la describen como una vulgar encargada de un burdel y una intrigante.

En Esparta

Esparta se distingue de las otras ciudades griegas en que sitúa a las mujeres más o menos en pie de igualdad con los hombres; todas estaban sometidas al Estado y su fin primero, era la reproducción de soldados vigorosos y disciplinados.

La educación
Jóvenes espartanas ejercitándose en la lucha, Edgar Degas.

 Esparta presentaba la particularidad de tener un sistema educativo obligatorio para todos y organizado por el Estado, donde otras ciudades dejaban a los padres como únicos responsables de sus hijos. Además, no era sólo obligatorio para los chicos, sino también para las chicas. El fin del sistema, para los chicos, era producir soldados disciplinados, para las chicas formar madres vigorosas, que parieran niños fuertes y sanos. Como en el caso de los chicos, comenzaban a la edad de 7 años. Se acababa hacia los 18 años, edad a la cual las jóvenes se casaban. Comprendía dos planes deportivos: por un lado un entrenamiento físico (que se realizaba desnudos y ejercitaban chicos y chicas por separado) para dar firmeza al cuerpo; por otro, la música que englobaba el baile, la poesía y el canto.

El matrimonio

Durante la época clásica, se encuentran dos sistemas concurrentes en Esparta: el primero, tradicional, era común a todas las ciudades griegas. Se trataba de asegurar la prosperidad de la línea familiar. El segundo se sometía al ideal igualitario estatal: se trata de producir chicos fuertes.

El matrimonio se producía más tarde que en las otras ciudades: el marido tenía alrededor de 30 y su mujer, sobre 18. Daba lugar a una curiosa forma de inversión: la intermediaria afeitaba el cráneo de la esposa, le proporcionaba vestidos y la dejaba sola en un pajar, a oscuras. El esposo, al salir de la sisitia (comida en común) se reunía con su mujer, siempre en la oscuridad, y después de tener una relación con ella, volvía a marcharse para reunirse con sus compañeros de dormitorio. El matrimonio permanecía así secreto, hasta el primer hijo (así no se cansan de una vida en común).

Las mujeres ejercían una forma de control sobre su matrimonio. Si los viejos maridos no cumplían eran incitados a «prestar» a sus mujeres a jóvenes fuertes, así las mujeres tomaban a veces un amante, de modo que el niño que naciera pudiera heredar dos lotes de tierra en lugar de uno.

Fuente: Wikipedia

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